Cuando nació José María, Fer y yo sabíamos que lo mejor para él era el colecho, ya saben, tiene todo un fundamento desde percibir el olor de la madre, la mejor manera de amamantarlo de noche, darle la oportunidad de sentir el calor de sus padres, lo cual tendría un impacto emocional fuerte: sentirse progetido, seguro y amado.
Pero no todo era tan romántico, José María daba vueltas toda la noche, dormía máximo dos horas y cada vez pasaban unos 45 min para que volviera a dormir nuevamente. A los 6 meses, decidimos cambiarlo a la cuna, claro, sólo era una noche para probar, no permitiríamos que sufriera.
Resultó que desde la primera noche José María durmió mejor, ahora sólo despierta de una a dos veces en la noche y cuando está listo para empezar el día muy temprano, tipo 4 o 5 am, tratamos de que vuelva a tomar su sueño, cambiándolo a la cama con nosotros ¡pero él comienza llorar enseguida!, lo tenemos que regresara su cuna... Y creo que hasta ahora, es el niño más independiente, seguro y confía plenamente en sus padres.
Así que, es cierto, cada persona es diferente... ¡mi bebé sí que lo es!
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