viernes, 16 de septiembre de 2016

La experiencia del cáncer parte IV. La quimio y la radioterapia.


"Si hay radioterapia, hay quimioterapia", me explicó el médico oncólogo tratante.

Muchos trámites llevó preparar la radioterapia, porque es un servicio subrrogado del ISSSTE y había que obtener un montón de autorizaciones.

Se llegó el día de la cita con el oncólogo radiólogo, me dijo que necesitaría 38 radioterapias, una sesión diaria de lunes a viernes. Eso daba un total de 8 semanas y por tanto, un total de 8 quimioterapias.

Ambos médicos me explicaron que es un tratamiento complicado, que la piel, literalmente se quema al recibir la radiación, que esa quemadura también es por dentro, a tal grado que tragar comienza a dificultarse y puede llegar el momento en que ya no pueda pasar ningún alimento. Me explicaron también que la salivación disminuye y hay ronquera.

"El día que no puedas pasar alimento, vienes para ponerte la sonda". Dijo el oncólogo tratante.

Asustada empecé el tratamiento, era lunes 16 de mayo a las 8:00 am.
El área de quimioterapia está al lado del banco de sangre y frente al área de cirugías. Comparten la misma sala de espera, así que está llena de gente casi todos los días.
Yo me sentía muy extraña, veía a los demás, algunas personas en sillas de ruedas, algunas con turbantes (era claro que venían a lo mismo que yo), muchas otras hablando o en el celular.
Salió una enfermera del área de quimioterapia y empezó a gritar nombres, escuché el mío y pasé.

Era un salón con sillones cafés reclinables, muy cómodos, todos en línea forrados con mantas. En el techo, por cada uno de los sillones, colgaba una bolsa de medicamento o sueros y en los asientos estaban dobladas las batas y los cubrebocas que cada paciente habríamos de usar. Enfrente estaba la estación de enfermeras, con una televisión prendida con volumen muy alto en el canal de las estrellas, a un lado algunas habitaciones y el baño.

Me puse la bata y el cubrebocas. Me senté y me centré en mi respiración. Iba observando poco lo que acontecía: una enfermera pasaba con cada paciente midiendo la presión, luego regresaba a canalizarlos. Cuando me tocó a mí realmente me sorprendí porque no me dolió y al primer piquete todo salió bien. Luego traía los medicamentos de contención o previos a la quimioterapia, los metía en el suero y avisaba: "es el ondansetrón para las náuseas", "es la dexametasona", y así en cada caso.

Más o menos a las 10:00 am me dijo: "vamos a empezar" y cambió la bolsa grande de la solución hidratante por una muy chiquita y me explicó que debía pasarme en 15 minutos y era el medicamento más fuerte, tenían que estarme midiendo la presión cada 5 min. y era posible sentirme mareada o con náuseas, pero esa sensación pasaría pronto...Y así fue. Luego de eso, que sentí todo un éxito, me pusieron una bolsota enorme de más quimioterapia, que debía pasarme en tres horas. Me levanté creo que cada 20 minutos al baño a orinar. Me dijeron que era normal, estaba "arrojando todo el líquido que entraba".

La enfermera se sentó a un lado mío y me preguntó "¿ya le dijo el doctor los efectos secundarios de la quimioterapia?", yo le contesté que no (era verdad, sólo me habían dicho los de la radioterapia) entonces me mencionó la alopecia, las náuseas, la diarrea o el estreñimiento, el cansancio, debilidad muscular y me dio algunas recomendaciones. Creo que en ese momento, mi cerebro intentaba bloquear su voz, pero estaba tan cerca de mí, que no pude más que seguirla viendo y tratar de no pensar mucho en todo lo que decía.

Terminó la sesión y salí caminando casi normal. Me sentía en general bien, un poco mareada.

La radioterapia ni la sentí. 5 minutos acostada en un aparato como los que se usan para las tomografías y eso fue todo.

Pero cuando llegué a mi casa, empecé a sentirme muy débil. Mis piernas y mis brazos casi se durmieron por completo y me salieron manchas rojas, como moretones. Luego me dio fiebre. Todo mi cuerpo se sentía caliente.

Al final de la primera semana mi saliva había disminuido, no tuve tantas náuseas, la sensación de malestar que tuve luego de la quimioterapia desapareció, así que pensé que podía lidiar con lo que siguiera, pero justo la segunda sesión de quimioterapia me indicó lo equivocada que estaba. Vomité mi desayuno sobre la bata. No tenía control de mi cuerpo porque estaban midiéndome la presión en un brazo y canalizada del otro. La enfermera me limpió, me cambió de bata y al poco tiempo ya estaba vomitando de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.... La debilidad llegó a mi cuerpo durante la sesión y ya no podía ir al baño sola, le hablaban a Fer cada 20 min. para que me ayudara; esa vez salí más tarde del ISSSTE, casi a las 15:00 hrs. Y al llegar a casa, otra vez los brazos y piernas dormidas, moretones en la piel, fiebre y vómito.

Al día siguiente, mientras me peinaba, se me vino un mechón de cabello, lo agarré con mis manos, lo vi, de inmediato lo tiré a la basura. Me vi en el espejo. Tuve miedo de volver a meter el cepillo en mi cabeza, pero debía terminar, así que me di valor y volví a peinar y otro gran mechón de cabello se desprendió. Empecé a llorar, pero también pensé que debía calmarme, de cierta manera, iba a suceder, ya me lo habían dicho. Quizás por no resignarme a raparme, sólo fui a cortarlo un poco, "quizás no se me vaya a caer todo... si lo corto, puede ser que ya no se caiga más"...

Una de las cosas buenas que sucedió, es que en las siguientes semanas ya no se volvió a caer más cabello. Lo malo fue que no tenía mejoría en los síntomas de la quimio y la radioterapia. Cada  vez me costaba más trabajo pasar alimentos, aunque comenzaron a medicarme para el dolor, había momentos del día en que comer dolía menos, otras más. También me daban corticoides para desinflamar, dos pastillas al día.Ya luego de un tiempo, tuve dieta blanda. Comencé adelgazar y cada vez comía más lento.

Otro síntoma llegó: la saliva espesa, una defensa del cuerpo, me explicaron los oncólogos. Yo más bien la sentía como flema que se producía sin parar. La gente me decía: "tienes que sacarla de tu cuerpo para que no se vaya a tus pulmones". No entendían que si la expulsaba, de inmediato ya estaba produciéndose más. El único remedio era limpiarla de mi boca. Era incómodo, antiestético, nauseabundo.

Un día ya no pude tragar más. Me ardían la boca, la garganta y los oídos. Cada vez que intentaba pasar algo, era lo mismo y el ardor tardaba en irse. "Tienes que comer aunque te duela, hazle la lucha", me dijeron varias ocasiones. Pero no era que no hiciera la lucha, el asunto era que no podía hacerlo, el dolor era insoportable, aún sedada. 

Resultó que tenía una infección, "mucositis". El oncólogo radiólogo dijo que no podía darme más radioterapia así, necesitaba recuperarme y me dejó descansar una semana. No sabía si reír o llorar, por supuesto, mi garganta mejoraría y podría comer, pero eso significaba extender el tratamiento... no quedaba más remedio que aceptar las indicaciones del médico. Durante los siguientes tres días sólo tomé ensure, aunque ni uno completo pude consumir al día. Cuando por fin el medicamento para la mucositis hizo efecto, pude volver a comer, aunque ya sólo líquidos.

Los lunes, días de quimioterapia, empeoraron, ya no podía tomar ni agua porque la vomitaba. Eran días sin nada de alimento.

Las noches eran de insomnio, porque la saliva espesa salía y salía, podía dormir lapsos de dos horas, con un rollo de papel higiénico en la cama y el cesto de basura a un lado.

Luego de unas semanas, volvió la mucositis y otra vez me dieron descanso en la radioterapia. En esta ocasión ya no podía tomar ni líquidos, ni agua, ni un traguito pequeño. Para no hospitalizarme, me indicaron soluciones hidratantes con multivitamínicos en casa. Mi esperanza comenzó a irse. Pensé que era muy probable que estuviera luchando una batalla ya perdida.

El oncólogo me pesó, estaba en 47 kg. ¿cómo podía estar de pie?, me preguntaba. Casi ni me reconocía: la piel del rostro seca, la piel del cuello negra de la quemadura de la radioterapia. A mi cuerpo ya no lo conocía porque tenía reacciones extrañas, porque parecía el de una persona muy mayor, sin músculos; ya no era el cuerpo con energía que solía ser, aquel que no tenía dolor, que estaba sano. Me sentí muy triste, tal vez debía resignarme y ya no aferrarme tanto a la vida. Tal vez era tiempo de aceptar que no iba a poder continuar, ¿qué debía hacer ahora?, ¿comenzar a hablar con las personas de mi situación real? ¿decirles que ya no sabía cómo manejar lo que me estaba pasando, que ya no era yo, sino una yo que no quería ser más?

Tres días estuve así y luego me pusieron una sonda nasogástrica. Parecía una luz al final del túnel porque por fin podían pasarme alimento líquido. En general me sentí más contenta con la situación, pero ahora las dosis de analgésico y de corticoide eran inyectadas y aumentaron, aún así, mi cuerpo todo el tiempo tenía dolor, ni siquiera podía hablar porque me lastimaba. Me comunicaba a señas.

No podía decir  a nadie el dolor que sentía, pensaba que si intentaba al menos hablar para explicarlo, la felicidad de mi mamá y de mi esposo de ver que ya no me estaba desnutriendo tanto, se esfumaría, así que cuando me preguntaban, trataba de no ser tan quejumbrosa y sólo decir que la sonda me lastimaba.  Sin embargo, había noches que no podía dormir del dolor, o al revés, el dolor me dormía.

En esos tiempos mi cabello se cayó muchísimo. Un día empecé a tocarme con las manos la cabeza me di cuenta que casi la mitad estaba descubierta, ¡¿por qué no me habían dicho?! Me dijeron "no se te notaba". Pero entonces comprendí que no había más que raparme "ya que termine el tratamiento", pensé.

Fue también esos días que me atreví a tomar agua y me di cuenta que pude hacerlo sin tanto problema. Ahí fue cuando la esperanza volvío a mí. ¡¡Tomaba agua!!! fue la felicidad más grande que pude tener aunado a la indicación del oncólogo de ya retirar la sonda.

Llegó el final del tratamiento el 21 de julio.

Para mí fue una fecha de renacimiento, una nueva oportunidad para sentirme contenta cada día de mi vida y de verdad, desde ese momento, así ha sido. Doy la bienvenida a las nuevas experiencias que la vida me traiga en cocreación conmigo misma.

5 comentarios:

  1. Te Admiro sobre manera...eres grande en toda la extensión de la palabra :)

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  2. Muchas gracias, Mari! gracias por leerme! te mando un abrazote!

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  3. Gracias por compartir. Me siento honrada de poder coincidir contigo! Gracias por ser, gracias por estar, graciaa por amar!

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  4. Gracias por compartir. Me siento honrada de poder coincidir contigo! Gracias por ser, gracias por estar, graciaa por amar!

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  5. Gracias, Eli! =) igualmente de mi parte, qué bueno coincidir en este mundo! un abrazo muy grande!

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