Creo que vivía muy de prisa. Me refiero a que nunca tenía
tiempo de pensar en mi cuerpo, de pensar, por ejemplo, que un día no quería hacer la limpieza de la casa. No. Debía hacer siempre lo más que pudiera.
Pero bueno, no estoy segura si eso fue realmente lo que no
me permitió ver que un tumor se estaba desarrollando en mi clavícula derecha.
Un día lo vi, estaba grande. Como una especie de “papera” o hinchazón de la angina. Tardé entre 15 a 21 días en ir al médico a revisarme, ¿por qué? Porque recientemente había tomado dos tratamientos con antibiótico para la faringitis y creí que no había terminado de sanar.
Finalmente fui, me mandaron a hacer estudios y resultó un tumor cancerígeno. En mi mente pasó la muerte, como me imagino que a cualquiera que le mencionan la palabra “cáncer”. No entendí por qué me pasaba eso, pero tendría que “dejar listas” muchas cosas, hacer encargos, hablar con gente que amo….
Ya luego me explicaron que se requería hacer una cirugía para retirar el tumor y luego tomaría algún tratamiento para evitar que el cáncer regresara. ¡Fiuuuuuu!!!!!, respiré… ¿en qué consiste?
El médico me explica que es una cirugía delicada, porque es
en el cuello, puede traer secuelas como parálisis temporal o permanente de la
cara, tics nerviosos en la cara o en los
hombros, y otros que ahora no recuerdo. Me dice que me quedará una cicatriz muy
grande porque en la tomografía se ven ganglios a lo largo del cuello y atrás
del cráneo, que espera poder retirar todo.
Mi “fiuuu” anterior se borró, ahora me parecía no tan alentador el panorama.
Me di cuenta que a partir de ese momento, mi vida daba giro tremendo… no podía imaginarme cuánto, sólo sabía que se trataba de algo grande.
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