Entré a un concurso donde todo mundo me dijo que no ganaría. Lo más chistoso es que no era por mí, sino porque ya estaba definido un ganador. Y aún así, quise aventurarme. En fin, todo salió tal como me advirtieron.
¿Qué obtuve?
Por un momento, pensé que sólo fue un trago amargo. Después de haber dedicado días completos a la preparación de mi examinación (un mes completo, más la semana del concurso), yo misma me sometí a la experiencia de sentirme frustrada e impotente.
Sin embargo, obtuve cosas buenas: tener la genuina conciencia de obtener las cosas por mérito propio, conocerme luchando contracorriente y ser un poco de luz en los procesos oscuros y corruptos de algún gánster suelto por ahí…